Un sábado, hacía buen tiempo: el sol lucía a la tierra, los pájaros cantaban alegres y las flores se mecían con la brisa.
Todo eso revelaba que era un buen día para salir de casa. Por eso, el señor Juan decidió adquirir ropa para sí mismo en los grandes almacenes. Y después de dar una vuelta, este hombre echó su vista a un par de pantalones y decidió probarlos.
Al entrar en el probador, Juan cerró la cortina, colgó la percha de un clavo y se quitó sus propios pantalones cantando alegremente. Sin embargo, este señor se olvidó de quitarse los zapatos por alegría y uno de sus pies ya justamente estaba atravesado en el tubo del pantalón. Como no tenía remedio que librarse de este dilema, Juan empezó a ser arrebatado y a tirar del tubo con mucha fuerza con una mano mientras la otra también estaba agarrando su pie para quitarse los pantalones. De repente, pasó lo que superó nuestra imaginación. El señor Juan resbaló y se cayó. Y lo peor era que el hombre cayó con sus pantalones medio quitados y a causa del gran golpe a la puerta, ya Juan estaba presente ante la vista del público mediodesnudo. Y todo el almacén lo miró con sorpresa y dejó de hacer lo que estaba haciendo después de este gran grito.
Para engañarse a sí mismo, Juan sólo fingió que no pasaba nada, se puso sus pantalones y volvió a entrar en el prrobador tranquilo y calmado. Pero después de entrar, Juan se puso en cuclillas y no pudo levantar su cabeza.
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